Del siglo XXI al XV

12 de julio. Colgados sobre las hayas.

Itinerario: Briedern-Ediger-Eller-Belstein-Puente colgante de Morsdorf-Valwig
Pernocta: aparcamiento autocaravanas de Valwig (50.142850; 7.213434)

Ahora estamos una vez más a orillas del Mosela, en un lugar tranquilo con solo dos autocaravanas mas, aunque hemos pasado por dos áreas alejadas del río, una de ellas casi completa. Así que cuando pensé en quedarme en una, Angel se quejó diciendo que difícilmente no encontraríamos en pocos kilómetros alguna junto al río.

Así que hemos terminado a 4 km escasos en la orilla opuesta. La única explicación de que aquí haya menos autocaravanas  siendo, a nuestro juicio, un sitio más agradable y tranquilo, es que son solo aparcamientos y carecen por tanto de servicios como agua y luz y se convierten en un lugar de paso. Además  las otras áreas estaban en lugares que parecían más alegres o con más “vida” que donde estamos ahora.

Pero vuelvo a la mañana.

Hemos desayunado y enseguida a cargar agua. Era la “prueba de fuego”. La máquina nos daba la  posibilidad de cargar poco a poco y eso decidimos para ir viendo si perdía o no y de esta manera, en caso de que la reparación no funcionara nos ahorrábamos tener que vaciar el depósito completo.

Asi que intranquilos, hemos cargado, comprobado que el agua cubría el lugar por donde suponíamos que perdía y mientras, hemos fregado los platos de la cena y el desayuno.

Ya nada más cargar hemos comprobado que no había pérdidas. Después encontramos una tan pequeña, que era inapreciable. Aún así, Angel ha echado más silicona. A las cuatro horas había una pequeña y muy escasa, y por la noche hicimos una nueva comprobación que confirmaba esta limitada y asumible pérdida, así que, al menos por ahora, podemos proseguir nuestro viaje programado.

Ha venido, al igual que ayer, una furgoneta vendiendo pan y he aprovechado para no tener que preocuparme de ello. También he “pecado” y ha caído un pastel de manzana que ha resultado ser el mejor de todos los que hemos comido hasta ahora.  Después de esto y con una persistente lluvia en un día muy gris que no parecía que fuera a abrir, y que de hecho, no abrió, hemos partido a deshacer  los 15 km que hicimos ayer para visitar  Ediger-Eller.

Lluvia, y más lluvia así que decidimos entrar en una tienda local pequeña donde cargamos algo de vino, que por cierto, es muy recomendable. Tiene cierto saborcillo dulce, sin serlo y un tacto en la boca que puede recordar al lambrusco italiano, pero tan tenue que apenas se nota y ambas cosas le imprimen un carácter muy particular. Y que conste que NO entiendo de vinos aunque supongo que ser catadora de aceites me ofrece ciertas cualidades.

Y en este espacio de tiempo la lluvia cesó y nos permitió disfrutar de esta pequeña ciudad llena de encanto, con rincones preciosos, calles con casas de entramado, y una iglesia preciosa, gótica donde destacaban las columnas centrales que se abrían como palmeras.

Seducidos por su belleza, y pese al día poco apacible, nos dejamos perder por sus armoniosas y tranquilas calles. 



Nos llama la atención  el registro de las alturas que el río Mosela ha alcanzado en algunos momentos puntuales y también unas curiosas inscripciones  de fechas en algunas fachadas.











La lluvia nos respetó y regresamos a la autocaravana para poner rumbo al mirador Edifer desde el que se contempla uno de los meandros del Mosela. Pero por donde el navegador nos llevaba era una calle cortada y no encontramos alternativa, así que desistimos poniendo ahora rumbo a Belstein

Y aquí descubrimos una pequeña localidad absolutamente encantadora, pequeña pero sus dos o tres calles estaban repletas de sitios de postal, con casitas de entramado, así que una vez más, deambulamos por sus calles sin rumbo fijo. 

A veces tengo la sensación de que paseo por un cuento de los Hermanos Grim, con estas casitas de limpias y pulcras fachadas, cuya monotonía se rompe por las vigas de colores que la cruzan y adornan, algunas pintadas artísticamente. Todo ordenado, armonioso…

Y como  nos sabe a poco decidimos  ascender al castillo de Metternich desde donde se contempla una impresionante vista de un meandro. 

Del castillo solo quedan ruinas, pero merece la pena la subida solo para disfrutar de ellas. Coincide que vemos como el trasbordador trabaja. Se mueve con un cable que lo lleva de una orilla a otra.  










Y donde hay torre…Angel sube y yo …trato de resistirme aunque nunca me da resultado. Nuestra amiga peluda viene con nosotros. Cuando lleva cinco escalones se para. Parece que la da miedo -razonable dado que solo ve peldaños huecos- y desciende así que decidimos quedarnos uno con ella. Yo… me sacrifico. Pero cuando ella ve que Angel asciende, también toma la decisión de subir y lo hacemos los tres.

De regreso pasamos a una tienda de minerales donde, como no, pecamos con un precioso fósil. 

Y mi pensamiento retrocedió un año atrás, después de la muerte de mi padre. Deshacer su casa, las cosas que ellos apreciaban y que a mi no me servían y no me decían nada...Eso pasará con las cosas que nosotros vamos acumulando y mas con la colección de fósiles, minerales y conchas que a lo largo de toda una vida Angel ha ido haciendo. En fin. Si disfruta con ello, que lo haga. Donde acaben una vez que no estemos, ya no nos preocupará.

Regresamos para poner ahora rumbo a Morsdorf a unos quince kilómetros de aquí alejándonos del río, hacia el este. Vamos a un puente de tirantes que con sus 360 metros es el más largo de Alemania y se ha convertido en una atracción.

En poco tiempo llegamos y pese a que Angel hace algún comentario sobre la escasez de visitas a este lugar, una vez llegados encontramos hasta  cuatro aparcamientos, incluso uno para autocares. Nos dirigimos al de autocaravanas y estamos vigilantes a la caza y captura de alguien que nos pueda decir por donde se va ya que no encontramos ninguna señal indicativa.

Mientras hago la comida aparece un señor y tengo además la suerte de que habla un poco de inglés y consigo además entenderle. Estamos a unos 2 kilómetros del puente. Tenemos que cruzar el pueblo siguiendo las señales que nos dirigen. Estupendo.

Nos preparamos para agua, por un “por si acaso” así que paraguas, chubasquero y yo incluso, capa de agua.

Frente a la iglesia parecen dos señales, una nos dirige a la izquierda  y aparecen dos monigotes caminando,  y otra nos envía por donde vamos, pero aquí los  monigotes van  con mochila. La distancia de esta última es un poco menor, 200 m, así que nos decantamos por esta.


Y el camino se interna en un hermoso bosque de hayas, como todos los de aquí, denso, húmedo, oscuro. Apenas penetra la luz del sol y el camino serpentea por la ladera. El unico inconveniente es que debido a la humedad la senda tiene barro haciéndola resbaladiza  en alguno de sus tramos, por lo que hay que venir bien calzados.

Interrumpo el relato para contar que detrás de donde estamos ahora parados un pequeño helicóptero fumiga los viñedos de la ladera de la montaña. Antes ya lo ha hecho en las viñas de la ladera opuesta. …Y me entra cierto complejo de bicho indeseable para las cepas….                                                                               


Caminamos cerca de una pareja de jóvenes y nos cruzamos con muy poca gente que regresa.

Abandonamos el bosque  y nada más salir  ante nuestros ojos se despliega un enorme puente colgante que se extiende casi hasta perderse. Contemplamos sus dimensiones y lo recorremos visualmente para enseguida comenzar a caminar sobre él. 

Parece muy seguro, no se mueve nada según nos vamos adentrando y contemplamos a derecha e izquierda las copas de los arboles de este bosque que se extienden a nuestros pies. Caminamos como flotando sobre ellas, parece que las viéramos a vista de pájaro. Hay algo de magia en el trayecto.

Enseguida llegamos a la mitad y nos paramos a disfrutar de la impresionante vista que se nos muestra. Los jóvenes que nos acompañaron en nuestro camino, y de los cuales, uno habla español, se detienen y abren unas cervezas que deciden tomar allí. Nos dicen que es el cumpleaños de uno de ellos. Curiosa y original forma de celebrarlo.

Nosotros continuamos nuestro camino que poco a poco se vuelve ascendente y los últimos metros se hacen algo más duros. Nada más terminar y recuperar “tierra firme” se escapa una gota de agua, luego otra…no nos demoramos y abrimos nuestros paraguas. Nada más hacerlo cae una auténtica cortina de agua que nos obliga además, a buscar refugio debajo de los árboles. Tula se apretuja junto a Angel resguardándose debajo de su paraguas. Otros peludos no tienen tanta suerte y tampoco  la pareja que nos acompañó y que les sorprendió disfrutando de sus cervezas en medio del puente que queda solitario, colgando y mojado.

Cuando parece que escampa deshicimos los 360 m de este sorprendente puente para retornar. Nos cruzamos con gente, no mucha, y entre ella una joven que llevaba una niña  a la espalda y que parecía absolutamente aterrorizada. Solo miraba al frente sin apartar la vista e iba ...yo diría que rezando. Hay cosas que no entiendo, pero bueno. Tampoco voy a pretender entenderlas a mi edad.

Decidimos regresar por el  otro camino que parece discurrir por la parte de arriba. Está  asfaltado y es ancho por lo que se puede llegar en bicicleta y llevar hasta cochecitos de niños. El bosque de hayas por el que hemos venido lo dejamos a nuestra izquierda, abajo. Este camino es más cómodo aunque soso, pero la lluvia habría hecho aun más resbaladizo el terreno y no queríamos correr el riesgo de dar un mal paso.

Dos horas después de iniciar nuestro recorrido estábamos ya de regreso. Quizás más de 6 km contando si sumamos el trayecto de ida y  de vuelta del puente....Y otra vez el helicóptero que fumiga aquí y allá.

Y poco más. Ahora en la tarde se ha quedado un cielo azul con alguna nube que no amenaza para nada lluvia, pero la temperatura no invita a estar fuera. Todo  lo contrario. Los que estamos permanecemos refugiados en nuestras autocaravanas.

Y hemos llamado a nuestro hijo menor que mañana de madrugada parte a Newcastlle a una estancia de tres meses dentro de su beca de doctorado. Está triste y yo también, aunque Angel no hace más que decirme que se va en avión, no en patera y que va a trabajar en lo que le gusta, no de camarero a ganarse la vida como pueda. Será, si el tiempo lo quiere, el primer doctor de la familia. Aunque ahora, es duro para él. Es su formación y  un privilegiado.  

Son las 20,30. Más tarde que nunca, así que es la hora ya de cenar.


Jueves 13. La elegancia medieval

Itinerario: Valwig-Cochen-Castillo de Elft-Burgen
Pernocta: Area en Burgen (50.20937 , 7,39198)

Me he despertado pronto, como siempre y luego  he vuelto a retomar el sueño. Entre medias, Raul nos envía un mensaje. Va a Embarcar ya.

Nos desperezamos y con tranquilidad desayunamos y salimos a dar un paseo breve por la ciudad de Valwig a ver que hay, pero no encontramos nada de interés, ni siquiera una panadería así que ponemos rumbo  a Cochen a donde llegamos sobre las 10.30. Y nos dirigimos directamente al aparcamiento de autocaravanas, un poco después del de autocares a lo largo del rio Mosela.

Tenía previsto visitar el castillo y pasear por sus calles. Decidimos primero ir al castillo así después, podemos regresar a por Tula y pasear con ella por el casco.

Nos dirigimos a la oficina de turismo, a unos 900 m de donde hemos aparcado. Y es que hemos preguntado a un alemán de una  autocaravana sobre cómo llegar al castillo y nos dice que está lejos y que no hay autobús lo que contradice  la información que yo tengo.

En la oficina en un inglés que entendí perfectamente nos informa del número de autobús que tenemos que tomar para ir al castillo, nos entrega una hoja con la frecuencia de paso tanto de ida como de vuelta y nos informa también de la duración de la visita, unos 40 minutos.  Nada más salir localizamos el autobús que vemos que arranca así que corremos hacia él y nos hace una señal que interpretamos como de esperar al próximo, pero debe apiadarse de nosotros y nos abre las puertas. 
Qué suerte.

El autobús asciende por una carreterucha estrecha y en poco menos de diez minutos nos deja en la base del castillo. Ahora se asciende ya andando. Cuando llegamos nos dicen que en dos minutos empieza el tour...en perfecto alemán aunque nos dan una hoja en español para poder seguir la visita sin poner mucha cara de haba.


El castillo del Reichsburg se alza sobre una roca al borde del Mosela y posee un cierto aire medieval rodeado de empinados viñedos.  Data del siglo  XII aunque fue reconstruido a finales del XIX  en estilo neo gótico.

Las vistas del castillo desde el exterior son imponentes. De color oscuro su elegante arquitectura domina toda la ciudad y casi se hace irresistible acercarse a verlo. Sus muros cuentan con una historia de hace más de mil años.

Y ya me sorprende lo que nos dijeron en la oficina de turismo: está permitida la entrada de perros. Y nos cruzamos con más de uno y de dos que pasean tranquilamente de la mano de sus dueños

Y llegados a este punto añadir una curiosidad como es el haber visto con cierta frecuencia algo que en España es todavía algo novedoso: carritos similares a los de los bebes pero que llevan perros. Personalmente no deja de parecerme ridículo a no ser que el animal tenga algún tipo de problema para andar. Pero cada cual es cada cual.

Y se forma el grupo y vamos visitando las distintas estancias que conforman el castillo: el comedor, tìpicamente renacentista con un impresionante techo de vigas pintadas y una chimenea que preside la sala, el salón gótico, donde destaca su chimenea incrustada con azulejos de Delft y los muebles de marquetería.  

Continuamos por el cuarto romántico, después pasamos por un pasillo por encima de la puerta del castillo  con un bonito techo que se adapta al tejado y una curiosa lámpara, una especie de sirena llamada “hembra del candelabro” que en la edad media servía para defenderse el mal. Algo dice la guía sobre tocar su barriga y pedir un deseo ya que todos la soban.

Pasamos al cuarto de caza donde se exhiben trofeos . Unos recipientes parecidos a jarras que al parecer son de estaño contenían la ración diaria de vino de un caballero medieval. 

Y aquí cuenta algo en relación con la cerradura. Hasta su ojo presenta unos resaltes que forman una “V” o embudo, y es que al parecer –interpretamos- que estaban tan borrachos que con apuntar a la parte superior de la “V” y mover la llave  de un lado a otro ligeramente ésta iba siendo conducida por los resaltes laterales hacia el ojo de la cerradura. .













De aquí pasamos a una inmensa sala, la de ceremonias, con enormes columnas con capiteles y una gigantesca chimenea;  la sala de armas, donde a parte de las armaduras destaca un hermoso balcón que se abre al valle del Mosela y aparece colgado sobre el vacío. Las vistas desde aquí son espectaculares.   Y es que este castillo era un “castillo-aduana” y desde unos 100 metros más arriba se podía controlar el tráfico fluvial subiendo y bajando una cadena de barrera mediante torno de cordelero.


Terminamos la visita y salimos de nuevo al exterior. 

Se cree que todo el castillo debió de estar enlucido y pintado. Hoy en día, su reconstrucción hizo fijar un mosaico de 4 x 8 metros en una cara de la torre del homenaje que representa a san Cristóbal. No obstante, la mayor belleza de este castillo la encuentro en el exterior, en la majestuosa estampa que sobresale sobre el curso del Mosela y sobre la propia ciudad de Cochen.

Al descender vemos como se marcha el autobus. O esperamos una hora,  o bajamos andando, y nos decantamos por esto último. 




Y la  verdad es que en cinco minutos o un poco más nos ponemos en la impresionante plaza del mercado donde, cuando llegamos, nos recibe un concierto de carrillón. Pasan 15 minutos de las 12 y acaba.

Y esta plaza es una belleza, con su ayuntamiento del siglo XVIII y rodeada de bonitas casas con la iglesia de San Martín del XVI. 

Dedicamos unos minutos a disfrutar de ella que a estas horas, está llena de gente. Atravesamos una de sus puertas para salir al exterior y paseamos junto al río para admirar los restos de la antigua muralla de la ciudad. Regresamos, entrando por otra de sus puertas y de nuevo desde la plaza del mercado, tomamos una calle que nos vuelve a sacar de este hermoso casco antiguo.

Estad ciudad se mencionaba ya en documentos en el siglo IX y casi se libra de la guerra de los Treinta Años, pero no ocurrió así con una  que tuvo lugar en el siglo XVII donde tanto la ciudad como su castillo fueron víctimas de la destrucción a manos de los franceses.

Pero a pesar de la indudable belleza de esta ciudad, sigo diciendo que la primera visitada, Berkastel Kues, ha sido hasta ahora, la más hermosa, tanto en calidad de su arquitectura, como en cantidad y…mayor encanto al ser un poco más pequeña.

Cochen me resultan un poco decepcionante, quizás porque pensé encontrar más, o no lo supe encontrar.  Regresamos a la autocaravana al cumplirse  nuestro tiempo;  tres horas de aparcamiento.

Nos reunimos con nuestra amiga peluda y pusimos rumbo al castillo de Eltz.

Nuestra idea era llegar y comer para visitarlo después, ya que estaba abierto hasta las 17,30.  

Aparece en las señales como Burg Eltz pero yo tenía anotadas las coordenadas del aparcamiento que había encontrado en google earth. 

En Moselkern tomamos una carretera ascendente y al principio estrecha, pero que ensancha una vez arriba circulando con mucha tranquilidad. Llegamos al aparcamiento del castillo   (50.212610; 7.339442) sumergido en un bosque y que para nada delata la proximidad de esta construcción A la entrada del aparcamiento un vigilante nos pide 4 euros entregándonos información y dirigiéndonos al aparcamientos de autocares y autocaravanas: un secarral en medio de un precioso bosque de hayas y robles pero este calvero no tiene ninguna sombra.

A las 14,30 comemos y después decidimos renunciar a nuestro descanso. Tenemos quince minutos andando hasta el castillo así que no queremos arriesgarnos a no llegar a tiempo. Pregunto al vigilante si podemos llevar a Tula y me dice que sí, pero después de esforzarnos ambos conseguimos entendernos: en el interior no están permitido los perros. Así  que aislamos bien la autocaravana y dejamos a nuestra amiga dentro.

Tomamos el camino curiosamente descendente que nos dirige al castillo y que discurre ancho y cómodo abriéndose paso por un bosque denso de hayas, robles y abetos, donde apenas la luz del sol traspasa las copas de los arboles para llegar al suelo.  


Y se me hace largo, quizás porque acumulo cansancio de la mañana. 

A los 15 minutos, y en una vuelta del camino sobre una loma de 70 metros,  aparece la impresionante silueta irregular del castillo medieval de Eltz recortándose en el horizonte rodeada del verdor de los bosques, con almenas torres, edificios de distintas alturas...una preciosidad.

El castillo tiene una historia de más de mil años y fue construido por la familia Eltz que se separó en diversas ramas, cada una de las cuales dispuso sus propias dependencias. El poco espacio disponible originó la construcción en distintas alturas con edificios intrincados dándole su característica silueta. Sus numerosas torres, miradores y pináculos adornan la irregular silueta de sus muros.  Las ampliaciones progresivas se sucedieron desde los siglos XV y XVI y la última tuvo lugar en el XVII.

A pesar las muchas guerras que hubo en la región a través de los siglos este castillo sobrevivió intacto debido a las excelentes relaciones políticas y sociales que mantuvo la  familia. No importaba que ejercito estuviera en la región que la familia lograba usar su influencia para su propia protección.

Accedemos por un puente de piedra y  en el patio esperamos el comienzo de la visita, guiada, como no, y en perfecto alemán aunque nos han dado una información impresa en español.

Así comenzamos con la primera vivienda la construida en el XV pasando por la armería donde se expone una colección de armas y armaduras de distintas épocas. 

No permiten hacer fotos y tal y como son los alemanes miedo me daba que alguien pudiera ver que me saltaba la prohibición, así que preferí hacer la visita tranquila.

De la armería pasamos a un enorme salón cuyas gigantescas vigas de roble son originales y donde destacan los cuadros, luego a otra estancia inferior que es una habitación con una magnifica cama presidiendo la estancia, elevada sobre peldaños y con dosel  y que data del XVI. El techo aparece pintado. Hay una pequeña capilla y un baño de los que en  todo el castillo hay cerca de una veintena.

Dejamos esta primera casa para pasar a la siguiente del siglo XVI y comenzado por la denominada “sala de los electores” donde se pueden ver varios retratos para pasar al gran salón, donde se celebraban los consejos. Aquí, sobre uno de sus muros figura la máscara de un bufón que significa que se puede hablar con libertad, pero al otro extremo, en otro de sus muros, hay una rosa que a su vez simboliza el silencio, es decir, nada de lo que se diga allí puede ser contado. Hay además una enorme armadura y cajas fuertes. Pasamos a través de varias salas amuebladas llamándonos especialmente la atención la denominada “sala de la condesa” donde hay una enorme cama, sin dosel, pintada que al parecer es de principios del XVI y es uno de los pocos ejemplares que han sobrevivido de esta época. Leemos que es la cama pintada renacentista más antigua de toda Alemania.

En la siguiente dependencia destaca una estufa de vivos colores que al parecer es copia de la original y terminamos nuestra visita en la cocina, que está tal cual cinco siglos atrás,  su enorme chimenea, el horno de pan,  la pila y  diferentes utensilios, cacerolas, etc.,  usadas en la época.


Aquí se da por terminada la visita por lo que nos dirigimos a la salida sin dejar de admirar todas las edificaciones que se elevan por todos los lados a donde miremos y  que conforman este imponente castillo.

Y vemos que desciende un minibús rojo...y se detiene, así que yo no lo dudo y lo tomamos. Ahora es cuesta arriba y estoy cansada. Dos eurazos cada uno por un trayecto de cinco minutos escasos. Una mina, eso es lo que es este minibús, pero....nos ha evitado la subida.

Angel dice que la visita al interior del castillo no merece la pena. Yo discrepo ligeramente. Creo que hay visitarlo para disfrutar de la contemplación de toda la irregularidad de edificios que lo forman desde distintos ángulos, no solo desde el exterior desde donde se tiene una visión general, si bien es cierto que la mayor belleza está en todo el conjunto y visto desde su exterior, emergiendo mágicamente del bosque, elevándose y contrastando con el verdor circundante.

De regreso vemos dos autocaravanas aparcadas en el secarral. No sabemos si se quedaran a pasar la noche pero hay muchas areas y aparcamientos por la zona  por lo que decidimos que no merece la pena estar intranquilos.  


Pero hoy especialmente nos cuesta encontrar un sitio ya que los aparcamientos que vamos viendo no solo no tienen ningún atractivo,  sino que no son nada acogedores. 

Después de dos o tres intentos infructuosos sin encontrar uno a nuestro gusto, decidimos regresar a donde estamos ahora, a Burgen (50.20937; 7,39198) al haber leído el comentario  que alguien ha dejado en la página francesa de  campingcarinfo que dice que es un sitio tranquilo al lado de un pequeño riachuelo. Y así es. Me temo que nos tenemos que olvidar de tener al Mosela a nuestros pies,  pero este sitio es agradable. Pertenece a un hotelito y está en su parte lateral trasera. Dispone de baños y ducha para cuyo uso nos entregan una llave. 10 euros. Nos parece estupendo así que aquí estamos, oyendo el arroyo, y sin Mosela de frente.

Y es la segunda noche que ...¡hace frío!. Seguramente, al igual que ayer, no podemos disfrutar de la cena fuera. Son las 20,40 horas y tengo que ponerme una chaqueta. 

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