Klobenz: La esquina del agua.

Viernes 14 julio. Coblenza: la esquina del agua.

Itinerario: burgen-Kobern gondorf-Coblenza.
Pernocta: Camping Knaus de Coblenza (50.366138; 7.604006)-    
                                                               
Camping knaus de Koblenza 18,40 horas. Hemos llegado aquí cerca de las 11 de la mañana con la vana esperanza de encontrar algún sitio en el exterior de este camping, aunque ya nos había avisado nuestro amigo Jesus de que era casi imposible, y más hoy que es viernes. Pero...lo intentamos. 
Cola para entrar que rápidamente va disminuyendo.

No hay sitio fuera, está  “full” todo el fin de semana, así que sin darnos la posibilidad de elegir nos asignan una parcela a 50 m de la entrada y frente al bar restaurante. Pensamos que  no había otra cosa y no dijimos nada aunque mientras que estuvimos allí no dejamos de ver que entraban caravanas y autocaravanas  sin parar aunque no sabemos si tenían reserva previa o si les habían  asignado una parcela de otra categoría. Y dicho esto añadir que por la autocaravana,  dos personas y  la chucha, pagamos 37 euros de bellón.

Y aquí estamos después de habernos dado un paseo de unas cuatro horas por la ciudad.  Y de esos paseos que nos damos nosotros, de parar solo a comer  un triste bocadillo de queso con jamón para continuar sin perder más tiempo del estrictamente necesario.

Regreso a la mañana.

Noche tranquila. Ha llovido y con ganas, pero el día se presenta con un cielo azul con alguna nube que otra. Cargamos y descargamos agua, devolvemos la llave de los baños y duchas y ponemos rumbo a Kobern gondorf a lo largo del curso de Mosela.

Pero cuando llegamos a esta ciudad lo que vemos desde fuera no nos parece atractivo así que continuamos para comprobar después que nos habíamos equivocado ya que un poco más allá  y  desde la misma carretera empezamos a ver bonitas casas de entramado. 

Como no tenemos prisa  damos la vuelta y aparcamos en una calle a escasos 100 metros de la plaza del mercado,  que descubrimos que es toda una preciosidad.


Y casi nos la perdemos. La plaza, pequeña, coqueta, elegante y sencilla, rodeada de preciosas casas de entramado algunas con las vigas pintadas de vivos colores que contrastan  con el blanco limpio de las fachadas. Y como todas, con terrazas  cuyas mesas y sillas esperan pacientemente las horas a las que se llenarán con el color y la vida de sus gentes disfrutando de una cerveza fresca o un buen helado.  

Y ya ponemos rumbo directo a Coblenza.

A pocos kilómetros de esta urbe nos sorprende la forma de conducir de la gente, ya que vulneran continuamente las normas del código de la circulación haciéndola  temeraria. Nos adelantan en raya continua, se saltan los semáforos en rojo, no se atienen a los límites de velocidad...Y no uno o dos vehículos,…más. Angel dice que parece que estamos en Palermo.

Así que visto lo visto, despacito,  voy siguiendo las indicaciones del navegador (gracias Jesús otras vez) para llegar a este camping  (el Knaus)  que no es nada  fácil de encontrar y que está situado en la confluencia de los ríos Rhin y Mosela, al borde de ellos.

Después de instalados  en nuestra parcela que dicho sea de paso, es más bien mala, y con nuestros bocadillos y nuestra amiga peluda Tula al lado, nos acercamos a un embarcadero a 100 m. Nos cobran 1,30 por persona y 0,60 por Tula. Aquí no se salva nadie. 

En escasos tres minutos atraviesa el Mosela para dejarnos a escasos 300 metros del rincón Alemán  ( Deutsches Eck ) a donde nos dirigimos para comenzar nuestro paseo por la ciudad.  



Este emblemático lugar que representa la unidad alemana y  cuyo nombre es poco imaginativo ya que es una “esquina” en la confluencia del Rin con el Mosela, está  presidido por un monumento  que  me recuerda al retiro de Madrid. Una gigantesca estatua ecuestre de 37 m de altura corona una monumental zona a la que se accede por una escalinata.  Su construcción fue sugerencia del gobierno nacional prusiano como conclusión de la unificación alemana después de las guerras contra Dinamarca, Sajonia, Austria y valle del Mosela en el siglo XIX.


Frente a nosotros el Ehrenbreitsein  situada al otro lado del río Rin con su fortaleza sobre un peñasco de 118 metros de altura y que fue erigida en el siglo XVI sobre los muros de un castillo barroco del año 1000, siendo utilizada como protección del valle fluvial del medio Rin y del paso de los ríos en Coblenza.

Fue destruida por las tropas revolucionarias francesas en el año 1801, reconstruida con posterioridad también en el siglo XIX, siendo hasta principios del XX utilizada como base militar.


Nos dirigimos ahora San Castor, a las espaldas del Rincón Alemán y vamos entrando por turnos. Es la iglesia más antigua de Coblenza, ya que data del siglo XIII, aunque sus orígenes se remontan a varios siglos atrás. El tratado de Verdún fue firmado aquí en el siglo IX.

Su apariencia actual, edificio románico,  es el resultado de diversas ampliaciones llevadas a cabo en los siglos XI-XIII.

El exterior es hermoso y la entrada esta flanqueada por dos torres. 
El interior tiene una ancha nave central con redondos arcos románicos que sustentan bóvedas góticas del XV y destacan  algunas bonitas sepulturas, y un púlpito al parecer del XVII.

Luego ponemos rumbo a la  cercana plaza Florinsmark,  antiguo centro político y de negocios de la ciudad donde se encuentran los edificios más antiguos de la ciudad   y que debe su nombre a la iglesia de St. Florin, del XII, románica pero con torres y un ábside gótico del XIV.

Su interior está pintado de un llamativo color amarillo y blanco. Está dividido en tres naves y cubierto por bóvedas posteriores.   Es un edificio del siglo XII, y que sobrevivió a los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial.

Como curiosidad durante la invasión francesa de Napoleón, fue secularizada y utilizada como almacén (aunque el mismo Napoleón quería que fuera el matadero municipal.


Fuera Angel llama mi atención sobre un reloj que hay en un edificio a la izquierda de esta iglesia (el Kauf- und Danzhaus) y que tiene la cabeza de un señor al que se le mueven los ojos. Recuerdo haber leido  algo al respecto.  Se trata del "Augenroller"  que se puede ver debajo de la torre del reloj construida en 1724; Sus ojos se mueven al ritmo del péndulo del reloj y su lengua sobresale cada hora completa o media. Es un recordatorio de un ladrón que fue ejecutado  en este lugar en el siglo XVI y que según la leyenda, se dice que rodó los ojos y sacó la lengua a los espectadores mientras estaba en el andamio.

Después caminamos por calles con poco tráfico que se alternan con otras peatonales hasta llegar a la Liebfrauenkirche,  o Iglesia de Nuestra Señora,   con dos torres cuadradas gemelas con características cúpulas con forma de cebolla; Bello interior con arcos lombardos pintados de color  y nervaduras decoradas que contrastan vivamente con el blanco de las paredes. 

Destaca  también un hermoso coro gótico

La ciudad está llena de pequeñas plazuelas  encantadoras que vamos descubriendo y donde las distintas terrazas ofrecen a los vecinos y turistas sus menús, en alemán perfecto por supuesto, y otras delicasen, como helados. 

También vamos encontrando simpáticas esculturas de personajes populares salpicando  la ciudad.

Yo quiero comer codillo. Todavía recuerdo el que me tome cuando estuve visitando a mi hijo en Berlín, pero las cartas solo aparecen en alemán y coincido con Angel en que no tengo ganas de luchar para hacerme comprender y quiero saber qué como.  Una vez más confirmo lo que he dicho muchas veces, contrariamente a lo que mucha gente cree: que todo el mundo en Alemania habla inglés. Fuera de lugares o establecimientos turísticos muy poca gente lo habla, por lo que el ingenio tiene que suplir estas carencias, ingenio que a ellos muchas veces les falla, o simplemente no quieren esforzarse. 

Ayer, sin ir más lejos,  cuando llegamos al área preguntamos a nuestro vecino por la recepción del hotel y nos miró con cara de haba. ¡Hombre, ¿como no va a entender “reception”?!....pues ni se movió, ni se inmutó. Eso sí,  parece que después de instalarnos le vino la “vena simpática” y se acercó a decirnos que había viajado a España a ver a un amigo en Denia. Son raros…

Bueno, hecho este inciso, continuamos  paseando por calles peatonales llenas de tiendas que ofrecían sus productos fuera y de plaza en plaza a cual mas encantadora, todas llenas de gente que disfrutaba ahora de una cerveza o un helado.

Encontramos la encantadora plaza de los Jesuitas o Jesuitenplatz, adoquinada, rodeada de edificios históricos con la iglesia de los jesuitas y el ayuntamiento y que en un uno de sus patios al que se accede pasando por la puerta al lado del rosetón de la iglesia, tiene  el Schängelbrunnen o “escupidor de agua”, otro de los símbolos de la ciudad. Se trata de una estatua de bronce en honor al poeta que escribió el himno de Coblenza. Esta estatua escupe agua a intervalos regulares. 

Y aquí, bajo un gran árbol, acogidos por su sombra, nos tomamos nuestros bocadillos que compartimos con nuestra amiga peluda ya que no la habíamos llevado su pienso.

Y de aquí me fui directa a una heladería. Y es que están buenos los helados alemanes. Y además, son baratos, un euro y la oferta es amplia. Pero,…solo pequé yo, y…, sé que no debo. Pretendí justificarme diciéndome que también andaba mucho.

Ahora ya nos dirigimos al teleférico pasando antes por otra plaza con una bonita fuente en su centro.



El teleférico, 21 euros los tres. Angel como jubilado pero....nuestra peluda también paga.  Como he dicho antes, aquí no se libra nadie. Me resultó caro sobre todo porque arriba no hay nada: una explanada verde con un mirador a un extremo desde donde se tienen unas esplendidas vistas del Rin, de su confluencia con el Mosela y de la ciudad.

Pero la verdad es que atravesar este gigantesco y emblemático rio en teleférico, tenerlo a tus pies, mirarlo hasta que la vista se pierde a lo largo, hacia un lado y hacia otro, los barquitos que lo surcan como maquetillas, el Mosela estirándose también hacia el oeste, es un lujo que creo que merece la pena pagar.

Una vez arriba paseamos por esta gran explanada y el exterior de la gran fortaleza. La primera construcción data del año 1000, pero tras tanta guerra con sus destrucciones y construcciones, la forma actual corresponde  al siglo XIX bajo el reinado prusiano. Prusia llegó a tener 1200 soldados allí metidos para defender Coblenza de posibles invasiones.






Una de las curiosidades de la fortaleza es un cañón llamado “Vogel Greif”; con 12 toneladas de bronce fundido fue el cañón más grande de su época. Fue construido en 1524 y fue pasando durante siglos por diferentes manos hasta acabar en Francia. Finalmente después de la Segunda Guerra Mundial volvió a la fortaleza de Ehrenbreitstein.

En un lateral de la fortaleza, un grupo musical ensayaba. Sonaba bien. 

Al otro extremo de donde nos deja el teleférico hay un tren de cremallera que baja al  Ehrenbreitsein, pero cuesta 7 euros y desde aquí no vemos que tenga mayor interés. 

También decidimos no visitar la fortaleza ya que principalmente tienen exposiciones y un museo lo que no despierta nuestro interés, así que decidimos dirigirnos a la otra esquina de esta gran explanada hacia el mirador.





Es una gigantesca construcción que a pesar de sus dimensiones, no desentona con el entorno y se asoma al Rin dejándolo, junto con la ciudad, a nuestros pies. Las vistas son espectaculares.


Regresamos, de nuevo volando sobre el Rin y descendemos por su orilla. 

En nuestro camino vemos una vez más las marcas de las distintas inundaciones  de las que destaca una del año 1993  de la que hay también fotografías donde aparece todo inundado a excepción del monumento y la estatua ecuestre en el rincón alemán. Todo lo demás, cubierto por las aguas.


Caminando llegamos  hasta el palacio de los principes electores, edificio muy alemán, imponente, grandioso. Fue un palacio residencial  neoclásico de la corona de Prusia, construido a finales del XVIII, destruido durante la Segunda Guerra Mundial y reconstruido después. Actualmente es sede de diversas administraciones públicas.


El cielo se ha ido tornando gris y por el norte amenaza lluvia. Damos por terminado nuestro paseo por esta ciudad y decidimos regresar al camping a descansar huyendo de la lluvia amenazante.

Atravesamos de nuevo el Mosela y tan solo podemos disfrutar de una media hora  en el exterior de la autocaravana cuando empiezan a caer, una, dos, tres gotas gordas de agua y …..chaparrón lo que nos obliga a permanecer encerrados dentro. Aprovechamos para ducharnos en las instalaciones del camping y yo descubro una ducha para perros. Tula está muy cansada hoy y el baño no la gusta nada, pero las ocasiones las pintan calvas y el sitio es muy cómodo, así que engañada me la llevo y la dejo limpita, mejor que en casa, con agua caliente y sin tener que dejarme los riñones ya que la pila esta elevada tres escalones para comodidad de los propietarios.


Y no ha dejado de llover, más o menos. Al menos nos ha respetado el día. 

Ya lo que nos queda por el Rin, son paseos breves por pueblos, visitas a castillos y poca cosa más. Ya no  habrá lugares donde durante horas tengamos que patear ciudades,  así que la lluvia me preocupa ahora menos. 


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