La cautivadora belleza del Rhin


Sabado 15 de julio. La cautivadora belleza del Rin

Itinerario: Coblenza- Burg Lahneck – Castillo de Marksburg-Braubach
Pernocta: Area de Braubach (50.269761; 7.647280)

Braubach, 19.45. Se nos ha ido la tarde. Estamos en el área para autocaravanas a orillas del Rin, junto a la carretera pero no podemos elegir mucho. Ha pasado una pareja con tres perros, han mirado nuestra matrícula y han comentado con sorpresa que éramos españoles.  Así que se han detenido y hemos estado charlando un poco. Ella, de Morón de la frontera, hija de emigrantes en los años 60. Él, alemán. Y nos hemos liado a hablar, y tanto llevábamos sin hablar español excepto entre nosotros, que estaba hasta desentrenada y ha llegado un momento en que me ¡he saturado!.

Entre muchas cosas,  nos dicen que “la Mosela” les gusta mucho, que es una zona más rural, distinta del resto de Alemania que está más industrializada. Y define esta región como pobre y de carácter algo incluso rudo. Con su acento completamente andaluz dice que los de esta región “se van a reir al sótano”.  Que los alemanes de Colonia, donde viven ellos, son distintos.

Vuelvo....

Ayer por la noche me di un paseo por el camping. Descubrí una furgoneta de unos vascos de Errenteria y charlé un ratillo con ellos. Me llamó la atención el tamaño de las autocaravanas que había, enormes y sobre todo la nacionalidad de un grupo, noruegas, y de un tamaño considerable. Desde luego con esos bichos no pueden ir por su país excepto por autopistas. Y me resulta muy curioso  ver tal concentración de noruegos; hasta ahora no he llegado a ver tantos juntos.

La noche cae y queda poco para que las luces se vayan apagando. La terraza del restaurante estaba muy animada pero cuando la oscuridad llega, la tranquilidad ocupó el puesto de la algarabía y dormimos sin problemas.

A la mañana siguiente y después de realizar una llamada de teléfono necesaria para una reparación que teníamos pendiente, partimos rumbo a burg lahneck a su castillo, en la orilla izquierda Rin.

Aparcamos junto a un camping –que al día siguiente y desde la orilla opuesta vimos que tenía unas vistas espectaculares sobre el Rin- y al igual que en el castillo de Elft descendemos en medio de un bosque tupido de hayas. Llegamos 30 minutos antes de las 12 y un cartel anunciaba la primera visita a las 12 así que esperamos.

Desde aquí se tienen unas estupendas vistas de  del castillo de Stolzenfels frente a nosotros, castillo que pretendo visitar mañana.

Puntualmente abre sus puertas. Nos ofrece unas notas mecanografiadas en español, suficientes para irnos enterando de lo que vamos viendo.

La fortaleza de Lahneck es un castillo del siglo XIII  y es conocido por la muerte de una joven escocesa en junio de 1851. En sus vacaciones familiares acompañando a sus padres, hermano y hermana en un viaje por Alemania, la joven de 17 años de edad subió al torreón del castillo y sorpresivamente se derrumbó detrás de ella la escalera de madera podrida. Nadie escuchó sus gritos y llantos en lo alto de la torre, porque estaba rodeada por un muro infranqueable de 3 metros de altura. La última oración de su diario reza así: Todo lo que sé es que no hay esperanza para mí. Mi muerte es segura. … Padre del cielo, ten piedad de mi alma (dibujada con dos corazones). Fue encontrada años después en 1860; su diario se descubrió semanas después escondido en los muros del torreón.











Desde 1803 las ruinas del castillo habían sido propiedad de Nassau antes de que se convirtieran en una propiedad privada del director de ferrocarril Morarty, que lo reconstruyó parcialmente en 1852.



El castillo es pequeño, pero la visita nos resulta muy interesante, sobre todo por su estado de conservación. Algunos podrían definirlo como descuidado, pero para mí esto mismo tenía un toque de autenticidad.  Asi fuimos desgranando las distintas estancias de este castillo, como  la capilla, tres salones grandes con suelo de parqué con muebles de la época, cocina pequeña con un pozo, una torre a la cual, como no, subimos,  y desde donde se contemplaban unas fantásticas vistas del delta y el castillo Stolzenfels.   ... y en una de las habitaciones una casa de muñecas.


De aquí hemos partido al siguiente castillo al Marksburg.

Después de una breve ascensión por una carretera estrecha pero con apartaderos, llegamos al aparcamiento. 5 euros por la autocaravana.  Subimos por unas empinadas escaleras que nos dejan a la puerta de este conjunto.

Se encuentra en una roca por encima de la pequeña ciudad romántica de Braubach y es el único castillo del Rhin central que nunca ha sido destruido ni conquistado aunque fue seriamente dañado durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial.

Nuestra visita comienza a las 14,15 horas y nos dan una información impresa en castellano.
Accedemos al interior por una puerta y nos encontramos con los escudos de armas de los propietarios del castillo.

Seguimos ascendiendo por una pendiente picada en piedra por donde subían los caballos para que los caballeros no tuvieran que desmontar hasta llegar a una  zona de baterías de cañones que apuntan hacia el río. De aquí a un precioso jardín que rodea toda la muralla y que al parecer  cultivaba más de 150 plantas medicinales conocidas en la edad media. Este muro exterior que rodea el castillo se construyó en el 1300.

Después de subir por unas escaleras de madera se entra en el patio principal a los pies del torreón de casi 40 m de altura. Pasamos por la bodega para entrar en la cocina del castillo de principios del XV.  Así fuimos a la torre, recorrimos pasajes, baluartes y hermosos interiores. Llamó nuestra atención una habitación –la única con estufa-  toda de madera, con una cama que nos pareció pequeña y con mucha luz y muebles del XVII y XVIII. Por un pequeño puente accedimos a una gran sala con letrina donde se celebraban fiestas.  De aquí a la capilla de San Marcos con una bóveda gótica y  pintada con coloridos frescos

En la parte más nueva del castillo, del siglo XVI visitamos la armería donde hay una pequeña exposición de armas y armaduras que reflejan su evolución desde el año 600 A.C. hasta el 1500.

En otra sala se exponen distintos instrumentos de tortura que nunca fueron utilizados. Me fijo especialmente en el “potro” .

Terminamos nuestra visita en la forja del castillo, donde se pueden ver todas las herramientas que usaban los herreros, así como el yunque y el barquín conservado todo en un excelente estado.

Dejamos el castillo y comimos alrededor de las 15h. Después decidimos bajar al área que ya habíamos visto desde el propio castillo y desde donde también habíamos observado que no nos quedaba sitio en primera línea viendo el Rin. Pero pudimos elegir, en la segunda, dejando a nuestra derecha espacio abierto con césped y de frente, al estar en el extremo, podíamos contemplar el Rhin.

Nos decidimos a ir andando a Braubach ya que en nuestra ida y venida del castillo habíamos visto hermosas casas de entramado.
Ya la primera mención documental de esta ciudad en el año 691 estaba vinculada con la vinicultura. El trabajo en las pendientes empinadas era muy exigente y sigue siendo.

Y el pueblo no nos decepciona para nada. Repleto de rincones hermosos a cada cual más; me vuelvo loca disparando mi cámara aquí y allá. Y la parte más hermosa e impresionante, sin duda, la plaza, pequeña,  recogida, tranquila, sencilla y coqueta, como todas, rodeada de casas de entramado algunas pintadas de vivos colores.









Fuimos hasta el final en la salida sur de la antigua ciudad, hasta el castillo de Philippsburg con un bonito patio romántico y donde el Instituto Europeo de Castillos alberga una de las bibliotecas más grandes de documentos de castillos en Europa. Actualmente en lo que fue solo hay  viviendas, pero se siente lo que en su día hubo.



Regresamos de nuevo a la plazoleta y nos dejamos perder entre sus calles y sus casas, guiados  solo por nuestros ojos, mirando aquí y allá y descubriendo rincones realmente hermosos. Creo que estuvimos casi una hora paseando sin rumbo aparente, deambulando, solo mirando, cautivados por su belleza.

Regresamos por donde habíamos ido, a orillas del Rin, por jardines de rosas.






Domingo 16 de Julio. Delizándonos por el Rin.
Itinerario: Braubach- castillo de Stolzenfels-Boppard-Sank Goar.
Pernocta: Area de Sank Goar . (50.14119; 7.70781)

Yo me puse los tapones  y no me enteré de nada. 

Y es que detrás del área estaba la carretera y la vía del tren por la que al menos, cuando nos fuimos a dormir, pasaban trenes. Y no dejaron de hacerlo durante toda la noche. Ya en alguna de las casas cercanas a las vías  -más que cercanas…podían pasar la “tacita de arroz” al maquinista- vimos peticiones de prohibición de circulación entre las 22 horas y las 6, algo más que razonable.

Amanece nublado, descargamos y cargamos agua y nos despedimos de nuestros recientes amigos alemanes, Monica y Andrés para partir rumbo al castillo de Stolzenfels en la orilla opuesta a donde estábamos, así que regresamos dirección Coblenza, cruzamos el Rin y aparcamos en la carretera a los pies de este castillo.

Aunque nos dijeron que la ascensión era suave, la realidad  no era así. Hay carretera y también un camino. Nosotros empezamos por la primera para tomar luego el segundo. Al igual que en los que hemos estado hasta ahora, camino y carretera discurren por un húmedo y hermoso bosque de hayas, castaños y robles.  Tras unos quince minutos de ascensión, llegamos.
   
Elegante, su silueta emerge entre la vegetación circundante. La imagen de este castillo en una de las laderas del Rin es uno de los símbolos de la Ruta del Rin Romántico.

Al comprar la entrada pido información impresa en español pero no deben de tener ya que me presta un pequeño libro que está a la venta (me dice el precio pero no lo recuerdo) y me pide por favor que se lo devuelva

Comenzamos. Todos los grupos en los que hemos realizado las distintas visitas hasta ahora me resultan numerosos, pero debe ser así. Estos alemanes aprovechan muy bien todo lo que tienen.

No permiten hacer fotografías en el interior y las estancias tienen suelos de madera por lo que tenemos que ponernos unas pantuflas.

El castillo presenta  un excelente estado de conservación, pero es que es más moderno que los visitados ayer, además de haber sido residencia veraniega de los reyes de Prusia.


El antiguo castillo  databa del siglo XIII y fue destruido en 1689 durante la Guerra de los Nueve Años. En el siglo XIX, el príncipe heredero Federico Guillermo de Prusia recibió las ruinas como regalo y 15 años más tarde el castillo fue reconstruido, siguiendo los planos de un arquitecto berlinés.

El mobiliario está muy cuidado, así como tapizados, paredes, techos...Y sobre todo lo que nos llama la atención son las vistas absolutamente excepcionales que el castillo tiene al Rin. En algunas salas, en especial una que tiene un balcón en la esquina, se tiene la sensación de que estamos colgados  en el vacío sobre el Rin por el que no dejan de circular cargueros y algun que otro barco de recreo o crucerillos.

La visita no se nos hace larga y nada más terminarla nos dan “recreo” dejándonos circular libremente por los jardines que rodean este hermoso castillo, revocado y pintado en color amarillo.

Desde aquí se tienen unas hermosas vistas sobre el castillo  que visitamos ayer y vemos también un grupo de autocaravanas asomadas en lo alto de la cima al valle del rin. Deben ser del camping que estaba junto a castillo.



Descendemos para tomar la autocaravana y dirigirnos a Boppard, a pocos kilómetros. Aunque buscamos un aparcamiento más cercano al centro ya que el de autocaravanas estaba alejado, no lo encontramos ya que habríamos tenido que ocupar más de dos plazas, así que  nos resignamos.  Pero cuando llegamos no queda ningún hueco libre. Realmente hay solo tres o cuatro reservados para nuestros vehículos. Hay también plazas para autocares que están todas menos una vacías, así que decidimos estacionar allí dejando sitio atrás para otro turismo. Pagamos los 5 euros y nos acercamos a disfrutar de esta bella ciudad lamida por las aguas del Rin.

Paseando junto a este omnipresente río, arteria fundamental por donde no dejan de circular todo tipo de barcos, y testigo mudo de una milenaria historia,   vamos viendo algunas hermosas casas de entramado mientras que nos cruzamos con todo tipo de paseantes que transitan por la curva que el río hace aquí, llamado Bopparder Hamm.







A unos metros de la orilla encontramos la iglesia de  las Carmelitas, pequeña  y hermosa con frescos en una bóveda y en la pared.

Continuamos paseando ahora por una estrecha calle hasta llegar a la plaza del mercado, llena de animadas terrazas en la que los lugareños disfrutan a estas horas de copas de lo que parecen exquisitos helados o trozos de tarta con una pinta estupenda. Yo creo que para lo que comen están poco gordos.

Caminamos por las peatonales calles aledañas descubriendo alguna bonita casa de entramado en nuestro camino.

Cuando la vida parece desaparecer de las calles, regresamos sobre nuestros pasos hasta la autocaravana dejando atrás las huellas claras de la época romana que son todavía visibles. Así encontramos paredes aisladas o que formaban parte de viviendas de hasta 9 metros que pertenecieron a la muralla de la ciudad romana levantada en el 360 a.C., Fort Bodobrica. En su día 28 torres redondas protegieron el fuerte romano. Posteriormente en el siglo XIV la ciudad se fue extendiendo y la nueva zona se rodeó con murallas y torres. Cuando se construyó el ferrocarril parte de las murallas fueron destruidas aunque algunas zonas siguen en pie hoy en día.

En la ciudad hay también un mirador,  la Vierseenblick al que se puede llegar en telesillas. Aunque parece que es mejor el del Gedeonseck.






En 2006 se abrió una via ferrata, la Mittelrhein-Klettersteig, un circuito completo que  incluye once ascensiones diferentes, lo que explica la cantidad de montañeros que vemos en la zona. Incluso a nuestra llegada somos testigos de cómo un equipo médico de una ambulancia atiende a un joven que seguramente se ha fracturado una mano o la muñeca.

Al llegar vemos que a la izquierda de nuestra autocaravana ha aparcado un autocar que ha dejado mucho espacio a uno de sus lados pegándose por el otro a nosotros de tal manera que casi no podemos abrir la puerta, ante lo que protesto y creo que me oye aunque no me entiende.  Angel se disculpa diciendo que estaba todo lleno y el conductor únicamente alega que ahí no podemos aparcar. Luego vemos que el autocar es esloveno. ¡A buen sitio hemos ido a parar! Más cuadriculados que los alemanes.

Ahora ponemos rumbo a Sankt Goar donde teníamos localizada un área, y si no nos gustaba podíamos ir al camping junto a la roca o acantilado Loreley  del que ayer Mónica y Andrés nos dijeron que era un sitio muy bonito, junto al Rin y frente a este acantilado, aunque ellos reconocieron no haber estado.

Una vez en Sank Goar seguimos las indicaciones del navegador que nos aparta del Rin y nos hace ascender por una pendiente del 17% . Estamos expectantes. Dejamos atrás las ruinas del castillo Rheinfell y enseguida recuperamos la horizontalidad. Subida corta, pero intensa que debe disuadir a muchos conductores de autocaravanas.

Seguimos la carretera y enseguida nos desviamos por un camino estrecho de grava. Hay una señal que indica el area. Pero a los pocos metros el navegador nos da por llegados; frente a nosotros unas casuchas de madera y lo que parece un bar. No vemos nada más. Sorprendidos porque los franceses suelen ser muy exactos con sus lugares y coordenadas, le digo a Angel que avance un poco más hasta poder dar la vuelta y al hacerlo damos con un pequeño  prado verde donde hay una camper tan solo y restos de lo que un día debió de ser, como Angel lo definió, un proyecto o un sueño de area para autocaravanas pero que quizás por estar tan aislada  y tener una subida tan pronunciada, su uso fue y es escaso y poco a poco se ha ido medio abandonando. (50.14119; 7.70781).


Pensamos que no estaba mal cambiar un poco el río, la vía del tren y la carretera por este prado en lo alto de un otero rodeado de verdes campos y con el sonido lejano de la música que  pensamos que provenía del pueblo abajo pero que luego comprobamos que era de un concierto que parece celebrarse encima de la famosa roca Loreley, en la parte superior del cañón del río. 

Oímos los pajarillos y el  repiqueteo del teclado del ordenador resulta hasta escandaloso. Tal es el silencio que hay.

Parece un sitio también de cuadras ya que hay muchos boxes que están vacíos. Los vecinos de la camper están con una joven que tiene un caballo al que aprovecho para sobar un poco.

Decidimos quedarnos, darnos una ducha y disfrutar de esta paz que desde que empezamos con el recorrido del Mosela el primer o segundo día, ya no tenemos.

Quedan 20 minutos para las 20 horas y creo que vamos a cenar. Hemos comido pronto a las 14,00, por lo que ya el hambre aprieta y al haber acabado también con las chuches no podemos engañar más el hambre. 

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