Luz y color. Terminamos


Viernes 21 de Julio. Llegamos a España

Itinerario:  Sainte Maure de Touraine -Artavia
Pernocta: área recreativa de Artavia (42.734821; -2.082325)

Noche deliciosa. Desayunamos y fuimos a un cercano centro comercial a echar gas-oil. Luego, conducir y solo conducir hasta Artavia. Teníamos reserva para visitar el nacimiento del río Urederra para el sábado día 22. (https://administracionelectronica.navarra.es/GN.GestionAforos.Web/Reservas/mtoSeleccionFechas.aspx?Enclave=1).

Cuando unos amigos nuestros nos enviaron fotografías de este lugar me quedé absolutamente prendada de su belleza, así que antes de salir de viaje hice la reserva (imprescindible para su visita). Nos la recordaron un par de días antes con el aviso de que si no íbamos y no avisábamos, durante un año no podríamos visitar el lugar. Lo que me pareció bien.

Dejamos atrás Vitoria para seguir por la A-1  y luego continuar ascendiendo y descendiendo un pequeño puerto. Cuando llegamos a Artavia seguimos las indicaciones del navegador al que había anotado las coordenadas de su área recreativa que alguien mencionaba en acpasiòn.

Así dejamos atrás la indicación para entrar en esta localidad  y continuamos. Un poco después en medio de la carretera nos pretende introducir por una desviación a la izquierda, estrecha y muy inclinada, así que dimos la vuelta y decidimos entrar por donde la señal nos indicaba la entrada a Artavia. Una vez allí, sin apenas dificultad llegamos al área recreativa que encontramos llena de gente. Dejamos el río a la derecha y continuamos hasta una chopera, llana y al lado de un chiringuito donde a estas horas tocaban música en directo. Había alguna que otra furgoneta que tenían toda la pinta de quedarse a pasar la noche.

Y allí nos instalamos y pernoctamos sin mayores problemas dispuestos a pasar la noche.

Sábado 22 de Julio. Belleza azul

Itinerario: Artavia-Baquedano-Aravia
Pernocta: Area recreativa Artavia (42.734821; -2.082325)

Noche tranquila. Partimos a primera hora hacia Baquedano, al centro de interpretación donde teníamos que confirmar la llegada. Hay un buen aparcamiento  junto al pequeño quiosco (42.782994; -2.121948). Incluso pensamos en la posibilidad de pasar la noche allí.

El nacimiento del Urederra (agua bonita en euskera), enclavado en  el macizo kárstico de la sierra de Urbasa,  fue declarado reserva natural en 1987.

Pagamos el aparcamiento, nos dan una pegatina  para nuestras camisetas y comenzamos nuestro paseo de unos 6 kilómetros y con un desnivel de 250 metros,  atravesando la pequeña y tranquila localidad de Baquedano. Atrás dejamos el lavadero y el frontón  para tomar una ancha pista de tierra hasta que llegamos a un portalón junto al que se encuentra un cartel que describe el recorrido.



Aquí el camino se bifurca en dos. Nosotros tomamos el que va hacia abajo  y descendemos suavemente hasta que nos deposita en la parte más baja del río.  Nos internamos en un espectacular bosque de inmensas hayas y descubrimos el intenso azul turquesa de las aguas del río Urederra.

Tula tiene que ir atada y es un poco incómodo, y en algunos tramos, hasta peligroso, pero hay mucha gente. Parece una romería y esto desluce algo este lugar donde el color azul de las aguas del río en distintas tonalidades según la intensidad de la luz que recibe, se mezcla con el verde de las hayas y el blanco de la roca  kárstica por donde circula el agua.

Así la senda serpentea entre las hayas y la vamos siguiendo y descubriendo hermosos rincones a cada cual más hermoso.   Es un entorno mágico, casi de cuento de hadas, donde se van sucediendo cascadas y pozas donde el color azul turquesa es el protagonista indiscutible, junto con los distintos tonos verdes de las hayas.



En general el camino es fácil, exceptuando algunos tramos un poco más complicados por ser estrechos, estar inclinados y algo accidentados.


Y no deja de sorprendernos el intenso color azul, la claridad  del agua, la inmensa cúpula verdosa que nos cubre y que apenas deja traspasar la luz del sol…Vamos desgranando pacientemente todos los rincones que esconde el recorrido, aunque creo que todos han sido ya descubiertos por esta especia de “romería” de la que formamos parte, pese a que nos pese. Y es que el ser humano es una plaga.

La belleza se ha derrochado en este pequeño rincón escondido y una explosión de color y luz regala generosamente nuestros ojos. Y subyugados por esta belleza llegamos a lo que parece el final donde nos congregamos ya todos. Hemos llegado al final de la “romería del Urederra”, como la he llamado.

Sorteando gente aquí y allá –parece un circo- nos asomamos al punto por donde nace e iniciamos el regreso. 

Aquí, llegados a un punto tomamos la senda que circula por la parte superior del río, dejándole a nuestra derecha y separándonos de él.

Si no fuera por la cantidad de gente que había, hubiera vuelto por el mismo sitio sin dudarlo. Pero…somos demasiados y tanta gente comenzó a agobiarme. Incluso topamos con un niño chillón en nuestro regreso, realmente molesto, hasta tal punto que decidimos acelerar el paso para adelantarle y dejarle atrás.




Y el regreso, tengo que confesar, que se me hizo un poco más largo. Atrás dejamos las puertas de entrada a este “paraíso” que atravesamos pensando en lo que sería regresar un día entre semana…y de otoño. Todo un lujo que me regalaré en algún momento, porque entonces, al intenso azul turquesa y tonos verdes de la hayas, sumaremos los tonos ocres, marrones, rojos y anaranjados con que el otoño pinta los bosques de hayas. Mágicos todo el año, pero indescriptibles en otoño….





Compramos miel ecológica a un vendedor situado estratégicamente en el camino y descendimos hasta el aparcamiento. 






Una vez allí decidimos regresar a Artavia ya que no encontramos sitio mejor. Comeriamos allí, descansaríamos y pasaríamos también la noche, pero cuando llegamos allí….el paisaje se había transformado casi por completo: toda la chopera era un improvisado aparcamiento y merendero donde la gente se agrupaba en mesas disfrutando de la sombra. Casi nos costó trabajo encontrar un sitio adecuado donde instalarnos.

Comimos, descansamos, nos acercamos al río y según iba cayendo la tarde…los turismos fueron desapareciendo hasta quedarnos prácticamente solos. Estupendo.

Domingo 23 de julio. Lo pendiente.

Itinerario: Artavia-Burgos-Boadilla del Monte

Noche tranquila, mañana soleada y partimos rumbo a Burgos.


A mi no me gustan los museos y ya he explicado alguna vez que otra el motivo. Pero este lo quería ver Angel y desde hace tiempo. Habíamos estado en Burgos varias veces y nunca nos habíamos acercado a verlo. Así que cedí y a media mañana nos encontramos aparcando en sus proximidades para visitarlo.Y tengo que decir que es interesante, aunque yo no diría que imprescindible. Pero esto, depende de los gustos. 

Desde luego, para un biólogo o antropólogo posiblemente sí sea indispensable. Para el público en general, interesante, bien montado, ameno y curioso. Confieso que a mí lo que más me atrajo fue  ver el cráneo de Miguelón ya que en nuestra visita años atrás a Atapuerca solo pudimos ver su reproducción así como uno de los diez microscopios originales de Leeuwenhoek, padre de la microscopia biológica. 





(Imagen internet)
Esta pieza no  es única solo por su relevancia científica, sino también por lo “rocambolesco” de su descubrimiento. Leeuwnhoek, amigo de Vermeer,  destruyó sus microscopios lanzándolos al canal de Delft. En 1981, el Ayuntamiento de esta ciudad dragó el canal, retirando el material recuperado a un parque público. En algún momento, alguien encontró el microscopio y lo puso a la venta, sin tener ni idea de que se trataba de una pieza original de Leeuwenhoek. Un coleccionista español lo adquirió por 50 euros, pensando que podía tratarse de una réplica, aunque sospechando que, por sus acabados y diseño, fuese una creación artesanal del gran Leeuwenhoek. Aunque la adquisición final no estuvo exenta también de su propia “historia” cuando se dieron cuenta que la pieza era original.


Y rumbo a casa, después de parar en un “área de descanso” cutre hasta decir basta para comer. Ojalá los que las proyectaran visitaran las francesas o….tuvieran un poco más de sentido común. Un secarral, sin sombra, sin agua y sucio…no invita al descanso.


Mª Angeles del Valle Blázquez

Boadilla del Monte, Septiembre de 2017



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